Hace aproximadamente 7 años Hugh Jackman colgó las garras de Wolverine para dar paso a otra etapa de su carrera, luego de casi 2 décadas de interpretar al personaje de los X-Men. Hace unos meses regresó. Vestido de amarillo y todo. Genial por el personaje, pero en tanto el funcionamiento y longevidad de las franquicias y es enteramente una lástima. El buen James Mangold, con los mejores toques de wéstern1 de los que fue capaz, le había dado la más digna sepultura al mito en Logan (2017), con unas líneas elegíacas hermosas: “Ve a casa, con tu madre, y dile que todo estará bien. Que ya no hay pistoleros en el valle”. Esta última oración definía, en el tono de los vaqueros melancólicos, el fin del personaje: ya no había lugar para los antiguos héroes.
Casi un mes y medio ha pasado desde que vimos el retorno de Wolverine con Paloma en un cine lleno de niños, familias, parejas, jóvenes, canchita desparramada y más. La película, cabe decirlo, me pareció muy mala, pero con momentos entrañables y divertidos. Todavía me queda la duda, fuera de los millones de dólares de por medio, del regreso de Jackman. Acá es donde me desvío un poco. En 2014 y a través de Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) Michael Keaton batallaba los demonios y secuelas que le dejó protagonizar a Batman (1989 y 1992) en un rol meta ficcional. Su otro yo, en forma de Birdman, lo condena en un diálogo: “Regresaremos. La gente espera algo grande (…), dales lo que quieren”. Keaton no resistió y el año pasado se puso de nuevo el traje de Batman para aparecer en la terrible The Flash.2
No alcanzo a dimensionar el factor de la nostalgia en estos casos. La nefasta tendencia de no dejar morir a los personajes/actores3 y atarlos por años y años a los mismos roles. En el caso de la monstruosa compañía Marvel puede tratarse de un tema económico. El regreso de Jackman (y el eventual retorno de Robert Downey Jr. como Doctor Doom) es una respuesta millonaria tras las decepcionantes Eternals (2021), Shang-Chi… (2021), Thor: Love & Thunder (2022), Ant-Man 3 (2023), entre otras. Claro que no puedo evitar ser selectivo para señalar esta tendencia pues, por ejemplo, en el caso de Tom Cruise y Val Kilmer para Top Gun: Maverick (2022) estuve más que emocionado.
El asunto va por el lado siguiente: las narrativas multiversales abrieron una puerta (portal) que ya no se puede cerrar y malacostumbraron tanto a los creadores como a los consumidores/espectadores a creer que los multiversos todo lo pueden. Cualquier cosa que suceda, cualquier herida, error, falla, muerte, daño y demás, puede revertirse con gemas y magia, tecnología, viajes temporales, viajes entre multiversos y realidades o la excusa que fuere. Así, la muerte de Logan queda obsoleta y la muerte de Tony Stark en Avengers: Endgame (2019) no significa la salida total de Iron Man de estos relatos ni del MCU, pues puede volver en cualquier momento en su versión de la Tierra 1619, 868, 1, 2, 3, 69, 420-9000, etcétera, etcétera. Estas vías multiversales son un deus ex machina gigantesco aplicado a una franquicia entera. No hay ningún peligro real ni riesgos ni emociones (no hay película, entonces) si sabes que en la próxima cinta lo arreglan, si tal o cual regresará en la siguiente entrega, si viajarán en el tiempo a revertir lo de películas anteriores…
De esta manera en Deadpool & Wolverine no sólo regresa Logan, sino también el Gambito de Channing Tatum que nunca vio luz verde, la Elektra de Jen Gardner (2005) y el Blade de Wesley Snipes (1998-2004), atrapados mágicamente por décadas en una dimensión desconocida; es decir, en la papelera de reciclaje de Marvel Studios. ¿Por qué no les dieron la chance de volver antes? Qué sabe nadie. Life is a mystery. Ahora, en la época del remake y el reboot, de la mercantilización desmedida de la nostalgia, pueden despedirse correctamente, con un Bye Bye Bye ajeno. Como si fuera poco, colocan en los créditos finales un breve montaje con escenas de todas estas sagas que decidieron dejar morir. Si tanto las apreciaban, las hubiesen continuado en su momento en vez de darles un epílogo bastante torpe y tardío.
Este universo donde se burlan del cese de 20th Century Fox a manos suyas e incluso vuelve a aparecer Chris Evans como La Antorcha Humana se acerca más a esa dimensión basurero de La tierra perdida (del 2009, con Will Ferrel y Danny McBride) que a una película hecha con 200 millones de dólares. Paloma hizo este apunte fantástico: “Tal vez en la película lograron salvarlo, pero la realidad es diferente. El nuevo devorador de universos no es una gran entidad en el espacio, sino un ratón con shorts rojos y zapatos amarillos. Y quizás, así como Deadpool quiere salvar a su familia, muchos quieren salvar esas películas y personajes (…). Lamentablemente, aunque traten de rescatarlos con mil secuelas, eso ya está destruido.”
La vida es así. Aquí no hay hechizo ni teseracto ni reactor ni GPS espacio-temporal que valga. Quizá después, cuando muera alguna estrella de Marvel la reemplacen con GCI, IA, o agarren a un inocente actor y le peguen la cara del famoso, como Luke Skywalker en The Mandalorian. Pero hoy por hoy Kevin Feige y compañía buscan expiar sus pecados con cameos idiotas y chistes de doble sentidos y más. Incluso logran colar un comercial de un Honda Odyssey (al mejor estilo del Chevrolet azul en Barbie). Lejos del encanto de ese primer Deadpool (segundo, en realidad)4 que rompía la cuarta pared y se rompía todo, el de hoy es un despliegue gigante del ego de Ryan Reynolds más que una interpretación cómica. Se trata de la adhesión oficial de un personaje que funcionaba
Sin querer queriendo esta película del curioso Shawn Levy5 le da razón a Martin Scorsese cuando se refirió a las cintas de Marvel como un parque de diversiones. Tal como en Disneylandia los niños se cruzan a Mickey, Minnie, Goofy, Pluto, Donald y compañía, las películas del MCU cruzan a un sinfín de personajes muchas veces sin motivo aparente, solo porque sí, y también se ganan aplausos, gritos, fotos y sobre todo dinero. “Es como Fortnite”, comentó un amigo en Letterboxd. Y fuera del chiste, va por ahí el asunto: aparece cualquier personaje, crean, destruyen, explotan todo con el fin último del espectáculo. Es como Minecraft, diría yo. Con precisión, el modo creativo: tienen recursos ilimitados para moldear su trabajo y hacer lo que les plazca (y aún así fallan), pueden llamar (pagar) a cualquier actor, poner cualquier canción que gusten y que, nuevamente, apele a la nostalgia: NSYNC, Madonna, Goo Goo Dolls, Fergie, Olivia Newton-John, etc.
Una suerte de metáfora imprevista se da los créditos iniciales donde Deadpool baila y pelea contra los soldaditos de la TVA y usa como armas los huesos de Wolverine. En estas armas improvisadas van apareciendo los nombres de los actores y responsables (hasta los del flojísimo guion, que fueron 5 tras las huelgas). Levy, Reynolds, Jackman, todos impresos en los huesos de un personaje icónico cuya muerte acá es motivo de chistes tontos. Es una película hecha sobre el cadáver de una de las mejores cintas de superhéroes con el único propósito de volver a llenar la billetera de una franquicia que empezaba a fatigar a un público que, con tal de volver a ver a personajes/actores de décadas pasadas salvando (adivinen qué) el universo o el multiverso, se conforman con una historia casi vacía, repetitiva y repetida, más cerca a la pobreza marvelesca del mundo cuántico de Ant-Man 3 que a los días de gloria del buen Wade Winston Wilson.
En 2007 Mangold dirigió a Russel Crowe, Christian Bale, Peter Fonda y un elenco enorme en El tren de las 3:10 a Yuma (3:10 to Yuma), un muy buen remake de la cinta homónima del maestro Delmer Daves estrenada en 1957.
Asimismo, luego de 36 años (1988/2024) Keaton volvió a interpretar al fantasma Beetlejuice en la secuela a cargo de Tim Burton.
Quienes ya vieron Alien: Romulus se acordarán fácilmente de la versión CGI de Ian Holm. Lo mismo con Carrie Fisher y Peter Cushing en las últimas cintas de Star Wars.
Lo mismo: el propio Deadpool de Reynolds que interpretó en 2009 en X-Men Orígenes: Wolverine quedó en el olvido absoluto por obra propia. Y Gambito y el Sabertooth.
De la mano de Ryan Reynols, Levy ya había dirigido un festival de cameos (incluido guiños a Marvel) en Free Guy del 2021. Una suerte de prototipo de apariciones de personajes icónicos habían sido sus películas de Una noche en el museo.
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